viernes, 9 de septiembre de 2011

CASA SOBRE TU PECHO






CASA SOBRE TU PECHO


A medio otoño, casi del olvido
volviendo con la rosa del verano;
el mar del corazón bajo tu mano
y el camino de ayer para el oído.

No es golondrina, no, la que ha venido
al cielo de este cielo cotidiano;
porque llega del frío más lejano
sabe escoger la tarde de su nido.

Así, con simples nombres de acomodo,
voluntaria de ser, en nuevo modo,
tu sabor y tu clara compañía.

Si recojo praderas en tu casa,
ya presiento la rosa que no pasa
y soy nueva en la rosa todavía.

II

Detrás de las orillas iniciales,
de la agitada soledad de afuera,
un suave octubre, de caricia entera,
y una isla dulce...en olas de rosales.

Pues nunca los amores son iguales,
este arrimo de amor, a tu manera,
de una lejana y muerta primavera
saca el reino del musgo y los panales.

Recuerda...y recordando...en sabio rito
a breve sangre anuda lo infinito,
iluminado y tierno en su desvelo.

Y un poder encendido por tu llama
junta el panal, el musgo y la retama,
para esta casa tuya, entre mi pelo.

III

A ti, todo el poder de mi sentido:
este valle de yerba y de paloma;
mi profunda violeta con su idioma
en los verdes recodos aprendido.

A ti, mi río-fuego, detenido
en un labio sediento, que lo aroma;
mi ágil laurel y el pájaro que asoma
dando el país del aire en su latido.

Toda mi tierra corporal y oscura:
la que acoge, levanta y asegura,
recia en la entraña y en el tacto fina.

No ha de quedar a piel de amor el goce,
porque ya tu mirada reconoce
tierra adentro, la luz de cada espina.

IV

Tu casa tiene un nombre de tristeza:
un leve nombre de ceniza y frío;
toca el fértil azul del nombre mío
y es noche oculta en que tu voz tropieza.

Antes fue claro y vivo, con riqueza
de fácil nardo y de inicial estío;
iba copiando cielos como un río
y en él, para mi amor, tu amor empieza.

Yo recojo ese nombre de la muerte
y lo acerco a los dos, sin que despierte,
mientras un gran silencio nos anuda...

Me brota de las manos nueva tierra,
y el nombre queda en ti, y en ti se encierra
guardando el clima de su patria muda.

V

Aquí a tu lado, en medio de las cosas
y del recuerdo...tuya, conmovida;
por tu claro hospedaje detenida
y también por tus horas dolorosas.

Van a tu amor las arpas de las rosas
y todos los rosales de la vida;
ya no pierdo mi frente, ya encendida
es tu jardín, la tarde en que reposas.

Inmensidad de cielo y tierra envuelve
esta alianza secreta, que resuelve
pasos de ayer en casa tan segura.

De ti saldrán los días venideros,
y en los junios de luz y en los eneros
tendré el hondo crecer de esta dulzura.

VI

Casa de piedra y sueño, que se entrega
en torre de alas y en jardín cerrado;
tamaño de amor insospechado,
reino tardío de una alondra ciega.

A tu fina quietud mi paso llega,
dichoso de llegar, pero cansado;
me corona la luz...tengo un aliado,
y la noche de paz nada me niega.

Este es mi sitio, mi querencia humana,
para empezar de nuevo mi mañana
y borrrar en su amparo la fatiga.

Por eso casa mía, casa cierta,
en mis labios te das, limpia y despierta,
con el ángel de flores que te abriga.


Claudia Lars- El Salvador



***


Claudia Lars (1899-1974). Su verdadero nombre fue Carmen Brannon Vega. Nació en Armenia en 1899 y murió en San Salvador en 1974.

Claudia Lars pertenece a la estirpe de las grandes poetas de nuestra América. A esa lírica femenina (no por feminista, sino hecha por mujeres plenas) que sacó a la poesía latinoamericana de su postración mojigata, fruto de la sensiblería ochocentista; cantaron al amor con giros eróticos estupendos, con limpia inocencia invocaron la fertilidad de su cuerpo, su fecundación, el goce de vivir, madres que esperaban un mañana alegre para sus hijos: materna pasión que las convertía en tierra que esperaba la semilla de una nueva vida. Estas mujeres poetas son: Juana de Ibarborou (uruguaya), Alfonsina Storni (argentina), Delmira Agustini (uruguaya) y la chilena Gabriela Mistral (premio Nobel de Literatura, 1945). Gabriela en Chile, como Claudia en nuestro país, no han tenido -entre las mujeres- quienes las acompañen plenamente en la búsqueda del espíritu poético de nuestras gentes, lo esencial de estos países. No tienen continuidad en otras voces femeninas. Claudia Lars escribe una poesía transparente, sin que deje de ser profunda; a veces su maestría formal la gana y olvidamos su mensaje, pero en cada poema suyo se encuentra a un poeta manifestando vivencias, abriendo caminos antes inéditos para nuestra sensibilidad, comunicando un estado de gracia nunca antes de ella ni después encontrado en la poesía escrita por mujeres en El Salvador.

Algunas de sus obras son:

Estrellas en el Pozo, (1934). Romances de Norte y Sur, (1946). Donde Llegan los pasos, (1953). Fábula de una Verdad, (1959). Tierra de Infancia, (1959). El Día de la Cruz Presencia en el Tiempo, (1960). Girasol, (1961). Sobre el Angel y el Hombre, (1962). Del fino Amanecer, (1964). Nuestro Pulsante Mundo (apuntes sobre una nueva edad), (1969). Poesía Ultima, (1972).




Fuentes de documentación

2 comentarios:

Ana Muela Sopeña dijo...

Grandes sonetos en los cuales la poesía luce en todo su esplendor.

Gran elección, Rossana.

Un abrazo grande y muchos besos
Ana

Rossana Hasson Arellano dijo...

Querida Ana, muchas gracias, coincidimos nuevamente.

Besoabrazos

Rossana