PLEGARIA A LA POESÍA
Oh, tu don cómo rige
mi alma, poesía:
tú, que, si fallo y me pierdo,
lo sabes, te me niegas,
y callas.
A ti sola, poesía, te confieso
que eres mi voz más honda:
caminé sobre el prado de oro
que fue mi corazón,
hollé la hierba,
destruida ya la tierra,
poesía, aquella tierra
donde tú me dijiste el más piadoso
de tus cantos;
donde por vez primera una mañana
vi aletear en el azul la alondra
y con los ojos intenté ascender.
Poesía, poesía, tú que alientas
mi hondo remordimiento,
ayúdame a encontrar
mi alta patria abandonada.
Poesía que te das solamente
a quien con llanto en los ojos
se busca,
hazme otra vez digna de ti,
oh, poesía, que aún me miras.
Traducción de Mariano Roldán.
PREGHIERA ALLA POESIA
Oh, tu bene mi pesi
l’anima, poesia:
tu sai se io manco e mi perdo,
tu che allora ti neghi
e taci.
Poesia, mi confesso con te
che sei la mia voce profonda:
tu lo sai,
tu lo sai che ho tradito,
ho camminato sul prato d’oro
che fu mio cuore,
ho rotto l’erba,
rovinato la terra –
poesia – quella terra
dove tu mi dicesti il più dolce
di tutti i tuoi canti,
dove un mattino per la prima volta
vidi volar nel sereno l’allodola
e con gli occhi cercai di salire –
Poesia, poesia che rimani
il mio profondo rimorso,
oh aiutami tu a ritrovare
il mio alto paese abbandonato –
Poesia che ti doni soltanto
a chi con occhi di pianto
si cerca –
oh rifammi degna di te,
poesia che mi guardi.
Antonia Pozzi- Italia
________________________________________
Antonia Pozzi nace un 13 de Febrero de 1912 en el seno de una familia acomodada, culta y refinada: su padre, Roberto Pozzi, renombrado abogado en Milán y su madre de origen nobiliario, la condesa Lina; hija del conde Antonio Cavagna Sangiuliani di Gualdana y de Maria Gramignola (dueños de amplias propiedades). Este contexto privado, rico en estímulos intelectuales, fermento de una cultura de ascendencia ilustrada-romántica, será clave en la formación de Antonia; con una madre educada en un buen colegio, el "Collegio Bianconi" de Monza, que domina bien varios idiomas (el francés y el inglés), con un vivo interés por la lectura (especialmente por los autores extranjeros), que sabe tocar el piano y se apasiona por la música clásica y las artes en general; con un abuelo materno cultísimo ("il nonno Antonio"), reconocido historiador (apreciado también por Pavese) y amante del arte en general, dotado de cualidades pictóricas propias y ducho en el dibujo y la técnica de la acuarela; con una abuela, "la nonna Maria"(nieta a su vez del famoso Tommaso Grossi) de aguda y gran sensibilidad con la que Antonia desde su infancia establecerá una estrecha relación de entrañable afecto y profunda complicidad vital; de ascendencia paterna, la abuela Rosa, dedicada al magisterio, al igual que la hija de ésta, su tía Ida (hermana del padre), también maestra, compañera en muchos de sus viajes ...cierran este círculo de claras influencias intelectuales que cimentarán un fértil sustrato de motivación cognitiva, avidez cultural y de educación y permeabilidad de la sensibilidad artística que delineará el perfil peculiar de nuestra autora.
Antonia empieza su primera experiencia escolar en 1917. Los documentos no certifican de una forma clara si estos primeros años transcurren en una escuela religiosa (posiblemente "la scuola delle Suore Marcelline") o bien viene preparada de forma privada.
Lo que sí es cierto, es que en 1922 no habiendo aún cumplido los 11 años, está matriculada en el instituto "Liceo-ginnasio Manzoni", donde obtendrá el título en 1930 para proseguir con sus estudios universitarios en la "Statale" de Milán.
Estos años de instituto marcarán para siempre la vida de Antonia en un triple aspecto: por una parte, se forjarán estrechas y profundas relaciones de amistad, en particular con Lucia Bozzi y Elvira Gandini (a las que considerará "hermanas elegidas") y por otra, descubrirá una doble pasión: la poesía; refugio íntimo y ejercicio estético al que se entregará con asiduidad, y el sentimiento del amor; en su doble vertiente de exaltación y dolor más profundo por su imposibilidad de cumplimiento.
En 1927, cursando el primer grado de Bachillerato, se sentirá fuertemente atraída por su profesor de latín y griego, Antonio Maria Cervi, de quien admira su hondo sentido ético, su cultura excepcional y su consagración plena a la enseñanza. La vinculación de intereses afines será cada vez más clara y manifiesta: el ansia de saber, el amor por el arte y la poesía, por la belleza en general que une a ambos, trocará en Antonia la admiración, por un sentimiento profundo de amor, de sesgo trágico, obstaculizado de forma explícita por su padre en 1933, que provocó la renuncia definitiva a esta "vita sognata" como después la escritora plasmaría en sus poesías homónimas donde la convergencia entre deseo y realidad quedará para siempre truncada y la poesía será entonces la única forma de vida posible.
Todo un bagaje de lecturas cimentan y respaldan su formación literaria: además de Rilke, Pound, Valéry y Eliot en lengua original y en traducciones, Antonia lee también a los maestros de la poesía italiana contemporánea: Ungaretti (L'Allegria sobre todo) por el dominio intelectual sobre la tendencia visionaria; Montale por el fuerte sentido ético de su existencialismo y también a Sinisgalli y Quasimodo. En cuanto a la narrativa, se apasiona por Flaubert, Kafka, Dostoievski, Mann y Joyce, interpretada en clave filosófica.
Según Mariano Roldán en su Traducción y Prólogo de Treinta Poemas sobre Antonia Pozzi, aduce que habría que encuadrar a la autora en una poesía de "tono virginal" de cariz extático, llena de premoniciones y esperas con una rapidez, patetismo, concisión y diarismo que lo evidencian, en la línea de una Emily Dickinson o una Katheleen Raine.
Históricamente, Antonia Pozzi forma parte conjuntamente con Gatto, Sinisgalli, Luzi, Parronchi y Sereni, de esa tercera generación de escritores del siglo XX (en correspondencia con la española de Hernández, Vivanco, Panero, Rosales o Muñoz Rojas) que Oreste Macri señala como continuadora de la constituida por Quasimodo, Betocchi y Montale (en coincidencia con la del 27 española) y sucesora a su vez de Rébora, Campana, Saba, Cardarelli y Ungaretti, cima de la lírica italiana de esta época; equivalente a Juan Ramón Jiménez en nuestra lírica.
Obras
Todas sus obras han sido publicadas de forma póstuma. Y la génesis de sus poesías ha sido reconstruida en las ediciones más recientes. Su itinerario poético desarrollado a modo de diario íntimo constituye un único "canzoniere", que condensa toda su poesía en un solo libro: Parole, publicado en 1939, un año después de su muerte, a cargo de la editorial Mondadori y con la introducción de Eugenio Montale que advierte precisamente al lector de hallarse frente a una poesía con conciencia de estilo y a la vez, profundamente íntima.
Pero en esta primera edición no está la versión auténtica de su creación, sino que ha sido objeto de la manipulación paterna, excluyéndose poemas, frases, incluso signos de puntuación con el fin de "limpiar" la obra según su criterio, de manera que habrá que esperar a la última edición de Garzanti en 2001 para recuperar la versión íntegra de la obra según fue escrita por la autora en su origen. Entre esta primera edición y la última se irán publicando estadios intermedios de su "canzoniere" con otros títulos y la inclusión cada vez de nuevas poesías inéditas.
El éxito editorial inmediato que obtuvo la publicación del libro contrasta con el desconocimiento de la autora en el panorama de la literatura italiana hasta un año después de su muerte. En menos de diez años desde esta fecha se hicieron tres ediciones sucesivas y dos versiones, al rumano y alemán; circunstancia de vida y obra que la acercan en este sentido a otro gran escritor, de época anterior como fue Bécquer.
Los lectores se sentirían en seguida cautivados por ese impresionismo diarístico, ese captar la sensación y transcribirla sustrayéndola al momento variable para fijarla en un horizonte de eternidad del que emana una autenticidad profunda; doble cualidad que ha sido destacada por toda la crítica en general.
Todas las poesías del libro, en realidad componen un único poema, que cifran su experiencia vital desde los 16 años hasta pocos meses antes de morir en 1938.
El esplendor lírico de este gran poema nos conmueve como un evento que por una parte, refleja la época que le tocó vivir: época de angustia vital y existencialismo filosófico entre las dos guerras mundiales y por otra, nos remite a algo más esencial, a una pregunta sin respuesta dirigida al centro mismo del ser humano.
El enigma o misterio que desprenden sus poemas bebe en la fuente directa del expresionismo alemán, con la creación de atmósferas desoladas e inquietantes envueltas en el alternarse de las estaciones, sombras, luces, reflejos, lluvias, nieblas, periferias, presencias, ausencias y silencio. Pero este ropaje se articula verdaderamente sobre el cañamazo de una filosofía de la experiencia y de la cultura, una filosofía racional que aglutina dos principios dialécticos irreconciliables pero presentes en Antonia: la desesperación existencial y su comprensión crítica y racional.
En definitiva, el libro poético de Antonia está marcado en gran parte, por su drama personal que se plasma a través de la recurrencia de una serie de motivos temáticos: la negación del amor, de la maternidad, el fantasma del "marido-hijo", la resurrección vital del hermano de Cervi (Anunzio Cervi), transferido en un niño, curación de la "herida" interna, clausura de la desunión, etc.
En otro bloque, está también el tema de la muerte como una premonición velada donde subyace quizás un reclamo, pero no sería lícito hablar como sostiene una parte de la crítica, de poemas donde se advierte "una conversación incesante con la muerte" o "de un cortejo fúnebre" lleno de oscuras imágenes que anticipan un hecho ya proyectado y premeditado por parte de la autora. La muerte está presente a veces en el exterior, en lo que la rodea, o a veces en su propia frustración vital, pero asumir la convicción de una trayectoria programada y encaminada al cumplimiento de ese fin, sería equivocado y querer agotar el significado del texto, que tiene una pluridimensionalidad, en una sola dirección.
La naturaleza también alienta su poesía en una simbiosis con su propia identidad en que los elementos se transfiguran en ella o ella se proyecta en este espacio escénico simbólico y mudable según su estado anímico (o se tiñe de tintes sombríos que denotan el vacío o se despliega en una explosión gozosa de flores y esplendor de luz en menos ocasiones). A veces se da la plasticidad descriptiva de una naturaleza vista formalmente pero que es siempre medio de otra realidad que la trasciende, sobre todo cuando describe sus montañas amadas.
La elección temática se engarza en constelaciones simbólicas operativas dentro de las secuencias textuales con un valor constante. Entre las más recurrentes están todas las referidas al "agua" como elemento nuclear que adquiere connotaciones diferentes según su forma y estado. El polimorfismo es amplio: lluvia, fuente, lágrimas, lago, mar, agua corriente y dulce, etc. que cierran su circularidad significativa en la antítesis de dos términos claves: el lago como símbolo de agua estancada y encenagada, equivalente a colapso de la vida; muerte vital, hastío, en definitiva también, de finitud contrastado con el "mar", símbolo del absoluto, del infinito, del sentido de la vida y de la proyección creciente del ser humano; de la amplitud de horizontes. El "mar" es siempre un símbolo positivo aunque a veces pueda percibirse en su valencia totalizadora negativa y rotunda, en ese caso se matiza con la adyacencia "nero" que asume toda la esencialidad terrible.
Otra constelación está formada por la luz, luz diversificada en un sentido místico y metafísico en su forma "lume", o bien en su cara bipolar de "sol": inmanencia de la vida que urge, plenitud vital, fuerza creativa y sentido de la existencia. Hay "muchos soles" en la poesía de Pozzi aunque algunos aparecen en su vertiente de ocaso y negación. En el polo "nocturno" están "las estrellas", con el valor de indicios de reencuentro existencial con el sujeto, esperanza oculta de una realidad posiblemente trascendente.
Y por último, otra cadena isotópica destacable es la del sonido, desenvuelta en una multiplicidad de cadencias, elementos, objetos tanto de la naturaleza como de factura humana: grillos, pájaros, voces, violines, campanas, etc. El término "campana" está configurado con un valor semántico especial recurrente: cada vez que aparecen las campanas son un reclamo a la vida, es el eco de la conciencia que te recuerda que estás en la dimensión física de la vida.
El sonido tiene por tanto un valor especial en la poesía pozziana y es quizás la sensación más manifiesta, revela una doble función semántica: de resucitar a la vida, de enganchar con el tono vital cuando está presente, o de privación, de crisis, vacío existencial, pregunta retórica vehemente humana y exiliada del ámbito trascendente cuando surge el silencio.
En el plano formal, la musicalidad fluye con naturalidad conseguida por la fusión de endecasílabos con versos de inusual brevedad: formas cerradas y verso libre que no delatan en apariencia una atadura programática. A veces en un mismo poema con versos de andadura iterativa construidos sobre secuencias largas, se efectúan quiebras a través de encabalgamientos de influencia danunciana que reequilibran y redimensionan la medida del canto, a los que se añaden semantemas y agregados simbólicos que sugieren un ambiente simbolista y post-simbolista.
El esquema estrófico también redunda en la musicalidad procediendo a través de la unión de imágenes correlativas que se apoyan en la parataxis con un efecto de "encantamiento melódico". Los críticos hablaron en su momento de "Alma musical". Además, el uso de los guiones acentúa el ritmo de las composiciones con vibrantes pausas expresionistas.
Hay también una gama cromática particular en su poesía que se resuelve a través de toques impresionistas y una amplitud de repertorio. Las valencias tonales se materializan con tintes compactos o a través de matices propios de los pintores de lagos, para terminar con una versión expresionista y surrealista en el tratamiento del color que evoca y amalgama influencias de la más diversa extracción y revelan ya la madurez en la conciencia artística de la autora. Este cromatismo se plasma en la naturaleza: en los paisajes y las montañas sobre todo y en un microcosmos botánico de elección propia y asume muchas veces una connotación simbólica cargada de sugestiones varias, por encima del valor plástico-descriptivo. Luigi Scorano en su estudio ya citado sobre la obra de Antonia Pozzi Carte Inquiete subraya la presencia de cuatro colores recurrentes que articulan la poesía de la autora: negro, oro, rojo y blanco; siendo la antítesis"negro-blanco" la más cargada de valencias simbólicas. El negro condensaría la privación, lo terrible, el dolor, etc. Y el "blanco" se tiñe a veces de positividad, de tintes místicos, de influencias pascolianas, de referencia metapoética en relación con la génesis de la poesía, con la palabra, con la literatura en general..."poesia (como) ponte...bianco" (Lieve offerta, p. 203), pero también "blanco" de ausencia y falta de tono vital y energía. El antagonismo de todo el cromatismo posible estaría en la privación del sentido de la vista, la imposibilidad de ver con una implicación semántica negativa en la mayoría de los casos: nihilista, de escepticismo o coagulación de la experiencia; equiparable al silencio con respecto al sonido (de estos dos campos semánticos estructurales).
Hay por otra parte analogías y asociaciones semánticas surrealistas en su poesía que evocan ese ambiente caótico, inquietante de la ciudad en sus espacios más marginales y decadentes, como la periferia. Y que revierten en una atmósfera premonitoria y angustiosa de la inminente catástrofe del siglo.
"Forse l'età delle parole è finita per sempre", escribirá a Vittorio Sereni en una de sus cartas en la inminencia del silencio definitivo, como si la palabra se desposeyera de su valor ante la violencia histórica y ante la fragilidad personal, pero verdaderamente estas palabras de Pozzi están llenas de Infinitud, de vigencia y vida en una síntesis única de originalidad y sensibilidad plástica y humana.
Otra obrita importante de Pozzi es La vita sognata que ella misma tituló así y recogió en sus Quaderni. Se trata de una selección de poemas que recogen toda la historia de amor vivida en relación con Antonio Maria Cervi, cifrada en una parábola de una experiencia de amor sufrida hasta la extenuación, pero que no se agota en esta centralidad temática. Los poemas están dispuestos siguiendo un orden no cronológico sino temático (ningún poema de esta antología está fechado y sólo hay un dato referencial simbólico: la muerte de Annunzio, el hermano de Antonio Maria Cervi revivido en su primera escritura), extremadamente significativo: la primera es la síntesis de la parábola del sueño de amor, desde su nacimiento hasta su ruptura; otros evocan los momentos más íntimos vividos en una continua alternancia de dualidades antitéticas: alegría-dolor, esperanza-desconsuelo, deseo-renuncia, paz-angustia, vida-muerte, siendo el último pensamiento referido a la vida.
Es además curioso apreciar que en este pequeño "canzoniere" estén ausentes los dos campos semánticos referidos a la privación de los dos sentidos: la vista y el oído, ya que la palabra está sentida como activadora de la esperanza y abierta a un proyecto futuro.
Todas estas composiciones emanan, producto de la conmoción que produjo en ella la renuncia y ruptura involuntaria impuesta por su padre, por lo tanto son todas de 1933. No se publicaron hasta 1986, con el título de La vita sognata ed altre poesie inedite a cargo de la editorial Scheiwiller, con la supervisión de Alessandra Cenni y Onorina Dino. Después se incluyeron dentro del cancionero único Parole en la edición de 1989 y 2001 tutelada por Alessandra Cenni, su gran biógrafa.
Fuentes de documentación
Oh, tu don cómo rige
mi alma, poesía:
tú, que, si fallo y me pierdo,
lo sabes, te me niegas,
y callas.
A ti sola, poesía, te confieso
que eres mi voz más honda:
caminé sobre el prado de oro
que fue mi corazón,
hollé la hierba,
destruida ya la tierra,
poesía, aquella tierra
donde tú me dijiste el más piadoso
de tus cantos;
donde por vez primera una mañana
vi aletear en el azul la alondra
y con los ojos intenté ascender.
Poesía, poesía, tú que alientas
mi hondo remordimiento,
ayúdame a encontrar
mi alta patria abandonada.
Poesía que te das solamente
a quien con llanto en los ojos
se busca,
hazme otra vez digna de ti,
oh, poesía, que aún me miras.
Traducción de Mariano Roldán.
PREGHIERA ALLA POESIA
Oh, tu bene mi pesi
l’anima, poesia:
tu sai se io manco e mi perdo,
tu che allora ti neghi
e taci.
Poesia, mi confesso con te
che sei la mia voce profonda:
tu lo sai,
tu lo sai che ho tradito,
ho camminato sul prato d’oro
che fu mio cuore,
ho rotto l’erba,
rovinato la terra –
poesia – quella terra
dove tu mi dicesti il più dolce
di tutti i tuoi canti,
dove un mattino per la prima volta
vidi volar nel sereno l’allodola
e con gli occhi cercai di salire –
Poesia, poesia che rimani
il mio profondo rimorso,
oh aiutami tu a ritrovare
il mio alto paese abbandonato –
Poesia che ti doni soltanto
a chi con occhi di pianto
si cerca –
oh rifammi degna di te,
poesia che mi guardi.
Antonia Pozzi- Italia
________________________________________
Antonia Pozzi nace un 13 de Febrero de 1912 en el seno de una familia acomodada, culta y refinada: su padre, Roberto Pozzi, renombrado abogado en Milán y su madre de origen nobiliario, la condesa Lina; hija del conde Antonio Cavagna Sangiuliani di Gualdana y de Maria Gramignola (dueños de amplias propiedades). Este contexto privado, rico en estímulos intelectuales, fermento de una cultura de ascendencia ilustrada-romántica, será clave en la formación de Antonia; con una madre educada en un buen colegio, el "Collegio Bianconi" de Monza, que domina bien varios idiomas (el francés y el inglés), con un vivo interés por la lectura (especialmente por los autores extranjeros), que sabe tocar el piano y se apasiona por la música clásica y las artes en general; con un abuelo materno cultísimo ("il nonno Antonio"), reconocido historiador (apreciado también por Pavese) y amante del arte en general, dotado de cualidades pictóricas propias y ducho en el dibujo y la técnica de la acuarela; con una abuela, "la nonna Maria"(nieta a su vez del famoso Tommaso Grossi) de aguda y gran sensibilidad con la que Antonia desde su infancia establecerá una estrecha relación de entrañable afecto y profunda complicidad vital; de ascendencia paterna, la abuela Rosa, dedicada al magisterio, al igual que la hija de ésta, su tía Ida (hermana del padre), también maestra, compañera en muchos de sus viajes ...cierran este círculo de claras influencias intelectuales que cimentarán un fértil sustrato de motivación cognitiva, avidez cultural y de educación y permeabilidad de la sensibilidad artística que delineará el perfil peculiar de nuestra autora.
Antonia empieza su primera experiencia escolar en 1917. Los documentos no certifican de una forma clara si estos primeros años transcurren en una escuela religiosa (posiblemente "la scuola delle Suore Marcelline") o bien viene preparada de forma privada.
Lo que sí es cierto, es que en 1922 no habiendo aún cumplido los 11 años, está matriculada en el instituto "Liceo-ginnasio Manzoni", donde obtendrá el título en 1930 para proseguir con sus estudios universitarios en la "Statale" de Milán.
Estos años de instituto marcarán para siempre la vida de Antonia en un triple aspecto: por una parte, se forjarán estrechas y profundas relaciones de amistad, en particular con Lucia Bozzi y Elvira Gandini (a las que considerará "hermanas elegidas") y por otra, descubrirá una doble pasión: la poesía; refugio íntimo y ejercicio estético al que se entregará con asiduidad, y el sentimiento del amor; en su doble vertiente de exaltación y dolor más profundo por su imposibilidad de cumplimiento.
En 1927, cursando el primer grado de Bachillerato, se sentirá fuertemente atraída por su profesor de latín y griego, Antonio Maria Cervi, de quien admira su hondo sentido ético, su cultura excepcional y su consagración plena a la enseñanza. La vinculación de intereses afines será cada vez más clara y manifiesta: el ansia de saber, el amor por el arte y la poesía, por la belleza en general que une a ambos, trocará en Antonia la admiración, por un sentimiento profundo de amor, de sesgo trágico, obstaculizado de forma explícita por su padre en 1933, que provocó la renuncia definitiva a esta "vita sognata" como después la escritora plasmaría en sus poesías homónimas donde la convergencia entre deseo y realidad quedará para siempre truncada y la poesía será entonces la única forma de vida posible.
Todo un bagaje de lecturas cimentan y respaldan su formación literaria: además de Rilke, Pound, Valéry y Eliot en lengua original y en traducciones, Antonia lee también a los maestros de la poesía italiana contemporánea: Ungaretti (L'Allegria sobre todo) por el dominio intelectual sobre la tendencia visionaria; Montale por el fuerte sentido ético de su existencialismo y también a Sinisgalli y Quasimodo. En cuanto a la narrativa, se apasiona por Flaubert, Kafka, Dostoievski, Mann y Joyce, interpretada en clave filosófica.
Según Mariano Roldán en su Traducción y Prólogo de Treinta Poemas sobre Antonia Pozzi, aduce que habría que encuadrar a la autora en una poesía de "tono virginal" de cariz extático, llena de premoniciones y esperas con una rapidez, patetismo, concisión y diarismo que lo evidencian, en la línea de una Emily Dickinson o una Katheleen Raine.
Históricamente, Antonia Pozzi forma parte conjuntamente con Gatto, Sinisgalli, Luzi, Parronchi y Sereni, de esa tercera generación de escritores del siglo XX (en correspondencia con la española de Hernández, Vivanco, Panero, Rosales o Muñoz Rojas) que Oreste Macri señala como continuadora de la constituida por Quasimodo, Betocchi y Montale (en coincidencia con la del 27 española) y sucesora a su vez de Rébora, Campana, Saba, Cardarelli y Ungaretti, cima de la lírica italiana de esta época; equivalente a Juan Ramón Jiménez en nuestra lírica.
Obras
Todas sus obras han sido publicadas de forma póstuma. Y la génesis de sus poesías ha sido reconstruida en las ediciones más recientes. Su itinerario poético desarrollado a modo de diario íntimo constituye un único "canzoniere", que condensa toda su poesía en un solo libro: Parole, publicado en 1939, un año después de su muerte, a cargo de la editorial Mondadori y con la introducción de Eugenio Montale que advierte precisamente al lector de hallarse frente a una poesía con conciencia de estilo y a la vez, profundamente íntima.
Pero en esta primera edición no está la versión auténtica de su creación, sino que ha sido objeto de la manipulación paterna, excluyéndose poemas, frases, incluso signos de puntuación con el fin de "limpiar" la obra según su criterio, de manera que habrá que esperar a la última edición de Garzanti en 2001 para recuperar la versión íntegra de la obra según fue escrita por la autora en su origen. Entre esta primera edición y la última se irán publicando estadios intermedios de su "canzoniere" con otros títulos y la inclusión cada vez de nuevas poesías inéditas.
El éxito editorial inmediato que obtuvo la publicación del libro contrasta con el desconocimiento de la autora en el panorama de la literatura italiana hasta un año después de su muerte. En menos de diez años desde esta fecha se hicieron tres ediciones sucesivas y dos versiones, al rumano y alemán; circunstancia de vida y obra que la acercan en este sentido a otro gran escritor, de época anterior como fue Bécquer.
Los lectores se sentirían en seguida cautivados por ese impresionismo diarístico, ese captar la sensación y transcribirla sustrayéndola al momento variable para fijarla en un horizonte de eternidad del que emana una autenticidad profunda; doble cualidad que ha sido destacada por toda la crítica en general.
Todas las poesías del libro, en realidad componen un único poema, que cifran su experiencia vital desde los 16 años hasta pocos meses antes de morir en 1938.
El esplendor lírico de este gran poema nos conmueve como un evento que por una parte, refleja la época que le tocó vivir: época de angustia vital y existencialismo filosófico entre las dos guerras mundiales y por otra, nos remite a algo más esencial, a una pregunta sin respuesta dirigida al centro mismo del ser humano.
El enigma o misterio que desprenden sus poemas bebe en la fuente directa del expresionismo alemán, con la creación de atmósferas desoladas e inquietantes envueltas en el alternarse de las estaciones, sombras, luces, reflejos, lluvias, nieblas, periferias, presencias, ausencias y silencio. Pero este ropaje se articula verdaderamente sobre el cañamazo de una filosofía de la experiencia y de la cultura, una filosofía racional que aglutina dos principios dialécticos irreconciliables pero presentes en Antonia: la desesperación existencial y su comprensión crítica y racional.
En definitiva, el libro poético de Antonia está marcado en gran parte, por su drama personal que se plasma a través de la recurrencia de una serie de motivos temáticos: la negación del amor, de la maternidad, el fantasma del "marido-hijo", la resurrección vital del hermano de Cervi (Anunzio Cervi), transferido en un niño, curación de la "herida" interna, clausura de la desunión, etc.
En otro bloque, está también el tema de la muerte como una premonición velada donde subyace quizás un reclamo, pero no sería lícito hablar como sostiene una parte de la crítica, de poemas donde se advierte "una conversación incesante con la muerte" o "de un cortejo fúnebre" lleno de oscuras imágenes que anticipan un hecho ya proyectado y premeditado por parte de la autora. La muerte está presente a veces en el exterior, en lo que la rodea, o a veces en su propia frustración vital, pero asumir la convicción de una trayectoria programada y encaminada al cumplimiento de ese fin, sería equivocado y querer agotar el significado del texto, que tiene una pluridimensionalidad, en una sola dirección.
La naturaleza también alienta su poesía en una simbiosis con su propia identidad en que los elementos se transfiguran en ella o ella se proyecta en este espacio escénico simbólico y mudable según su estado anímico (o se tiñe de tintes sombríos que denotan el vacío o se despliega en una explosión gozosa de flores y esplendor de luz en menos ocasiones). A veces se da la plasticidad descriptiva de una naturaleza vista formalmente pero que es siempre medio de otra realidad que la trasciende, sobre todo cuando describe sus montañas amadas.
La elección temática se engarza en constelaciones simbólicas operativas dentro de las secuencias textuales con un valor constante. Entre las más recurrentes están todas las referidas al "agua" como elemento nuclear que adquiere connotaciones diferentes según su forma y estado. El polimorfismo es amplio: lluvia, fuente, lágrimas, lago, mar, agua corriente y dulce, etc. que cierran su circularidad significativa en la antítesis de dos términos claves: el lago como símbolo de agua estancada y encenagada, equivalente a colapso de la vida; muerte vital, hastío, en definitiva también, de finitud contrastado con el "mar", símbolo del absoluto, del infinito, del sentido de la vida y de la proyección creciente del ser humano; de la amplitud de horizontes. El "mar" es siempre un símbolo positivo aunque a veces pueda percibirse en su valencia totalizadora negativa y rotunda, en ese caso se matiza con la adyacencia "nero" que asume toda la esencialidad terrible.
Otra constelación está formada por la luz, luz diversificada en un sentido místico y metafísico en su forma "lume", o bien en su cara bipolar de "sol": inmanencia de la vida que urge, plenitud vital, fuerza creativa y sentido de la existencia. Hay "muchos soles" en la poesía de Pozzi aunque algunos aparecen en su vertiente de ocaso y negación. En el polo "nocturno" están "las estrellas", con el valor de indicios de reencuentro existencial con el sujeto, esperanza oculta de una realidad posiblemente trascendente.
Y por último, otra cadena isotópica destacable es la del sonido, desenvuelta en una multiplicidad de cadencias, elementos, objetos tanto de la naturaleza como de factura humana: grillos, pájaros, voces, violines, campanas, etc. El término "campana" está configurado con un valor semántico especial recurrente: cada vez que aparecen las campanas son un reclamo a la vida, es el eco de la conciencia que te recuerda que estás en la dimensión física de la vida.
El sonido tiene por tanto un valor especial en la poesía pozziana y es quizás la sensación más manifiesta, revela una doble función semántica: de resucitar a la vida, de enganchar con el tono vital cuando está presente, o de privación, de crisis, vacío existencial, pregunta retórica vehemente humana y exiliada del ámbito trascendente cuando surge el silencio.
En el plano formal, la musicalidad fluye con naturalidad conseguida por la fusión de endecasílabos con versos de inusual brevedad: formas cerradas y verso libre que no delatan en apariencia una atadura programática. A veces en un mismo poema con versos de andadura iterativa construidos sobre secuencias largas, se efectúan quiebras a través de encabalgamientos de influencia danunciana que reequilibran y redimensionan la medida del canto, a los que se añaden semantemas y agregados simbólicos que sugieren un ambiente simbolista y post-simbolista.
El esquema estrófico también redunda en la musicalidad procediendo a través de la unión de imágenes correlativas que se apoyan en la parataxis con un efecto de "encantamiento melódico". Los críticos hablaron en su momento de "Alma musical". Además, el uso de los guiones acentúa el ritmo de las composiciones con vibrantes pausas expresionistas.
Hay también una gama cromática particular en su poesía que se resuelve a través de toques impresionistas y una amplitud de repertorio. Las valencias tonales se materializan con tintes compactos o a través de matices propios de los pintores de lagos, para terminar con una versión expresionista y surrealista en el tratamiento del color que evoca y amalgama influencias de la más diversa extracción y revelan ya la madurez en la conciencia artística de la autora. Este cromatismo se plasma en la naturaleza: en los paisajes y las montañas sobre todo y en un microcosmos botánico de elección propia y asume muchas veces una connotación simbólica cargada de sugestiones varias, por encima del valor plástico-descriptivo. Luigi Scorano en su estudio ya citado sobre la obra de Antonia Pozzi Carte Inquiete subraya la presencia de cuatro colores recurrentes que articulan la poesía de la autora: negro, oro, rojo y blanco; siendo la antítesis"negro-blanco" la más cargada de valencias simbólicas. El negro condensaría la privación, lo terrible, el dolor, etc. Y el "blanco" se tiñe a veces de positividad, de tintes místicos, de influencias pascolianas, de referencia metapoética en relación con la génesis de la poesía, con la palabra, con la literatura en general..."poesia (como) ponte...bianco" (Lieve offerta, p. 203), pero también "blanco" de ausencia y falta de tono vital y energía. El antagonismo de todo el cromatismo posible estaría en la privación del sentido de la vista, la imposibilidad de ver con una implicación semántica negativa en la mayoría de los casos: nihilista, de escepticismo o coagulación de la experiencia; equiparable al silencio con respecto al sonido (de estos dos campos semánticos estructurales).
Hay por otra parte analogías y asociaciones semánticas surrealistas en su poesía que evocan ese ambiente caótico, inquietante de la ciudad en sus espacios más marginales y decadentes, como la periferia. Y que revierten en una atmósfera premonitoria y angustiosa de la inminente catástrofe del siglo.
"Forse l'età delle parole è finita per sempre", escribirá a Vittorio Sereni en una de sus cartas en la inminencia del silencio definitivo, como si la palabra se desposeyera de su valor ante la violencia histórica y ante la fragilidad personal, pero verdaderamente estas palabras de Pozzi están llenas de Infinitud, de vigencia y vida en una síntesis única de originalidad y sensibilidad plástica y humana.
Otra obrita importante de Pozzi es La vita sognata que ella misma tituló así y recogió en sus Quaderni. Se trata de una selección de poemas que recogen toda la historia de amor vivida en relación con Antonio Maria Cervi, cifrada en una parábola de una experiencia de amor sufrida hasta la extenuación, pero que no se agota en esta centralidad temática. Los poemas están dispuestos siguiendo un orden no cronológico sino temático (ningún poema de esta antología está fechado y sólo hay un dato referencial simbólico: la muerte de Annunzio, el hermano de Antonio Maria Cervi revivido en su primera escritura), extremadamente significativo: la primera es la síntesis de la parábola del sueño de amor, desde su nacimiento hasta su ruptura; otros evocan los momentos más íntimos vividos en una continua alternancia de dualidades antitéticas: alegría-dolor, esperanza-desconsuelo, deseo-renuncia, paz-angustia, vida-muerte, siendo el último pensamiento referido a la vida.
Es además curioso apreciar que en este pequeño "canzoniere" estén ausentes los dos campos semánticos referidos a la privación de los dos sentidos: la vista y el oído, ya que la palabra está sentida como activadora de la esperanza y abierta a un proyecto futuro.
Todas estas composiciones emanan, producto de la conmoción que produjo en ella la renuncia y ruptura involuntaria impuesta por su padre, por lo tanto son todas de 1933. No se publicaron hasta 1986, con el título de La vita sognata ed altre poesie inedite a cargo de la editorial Scheiwiller, con la supervisión de Alessandra Cenni y Onorina Dino. Después se incluyeron dentro del cancionero único Parole en la edición de 1989 y 2001 tutelada por Alessandra Cenni, su gran biógrafa.
Fuentes de documentación
No hay comentarios:
Publicar un comentario